martes, 9 de octubre de 2018

La televisión no es lo que es (10)



10.- 
En el mundo


Casi todas las presentaciones de noticieros y programas informativos muestran la figura de un mundo que gira. El “mundo” es, entre nosotros, la metáfora que más y mejor se asocia al universo informativo de la TV. Y el mundo, según cierta concepción ideológica en boga, simboliza ese lugar deseable al que pueblos y naciones deberíamos aceptar “integrarnos”, en aras del progreso y la modernidad.
           Pero esta mitología de la “globalización televisiva” no pasa de ser, en la mayoría de los casos, una declaración de principios vacía, sin contenidos que la sustenten. Es un título, una carátula que luego nunca se desarrolla. El espíritu global, en nuestra televisión, no pasa más allá de esos pocos segundos que dura la presentación de un noticiero. Nuestra televisión es un fenómeno de aldea. Es provinciana y ofrece una imagen del mundo bastante pobre y distorsionada. Las noticias que mayor espacio ocupan en los noticieros son las nacionales. Y esto casi siempre quiere decir: “lo que sucede en la Ciudad de Buenos Aires”. Cada mañana, los espectadores de todo el país (desde Ushuaia a La Quiaca) se despiertan con información de último minuto sobre el estado las avenidas de acceso a la Ciudad de Buenos Aires. De manera que el mundo que muestra la tele es, básicamente, la Capital Federal.
          Las noticias sobre otros países no abundan. Ni en los noticieros de los canales de aire ni en los canales de noticias. Claro que desplegar una sección internacional mínimamente bien armada sale mucho dinero: hay que pagar corresponsales, viáticos, viajes, contratar servicios de agencias de noticias. Y la televisión argentina no está dispuesta a hacer una inversión de ese calibre.
            Los usuarios de algunos “packs” de televisión por cable o televisión satelital tienen a su disposición canales que ofrecen información sobre cuestiones “internacionales”. Incluso, hay allí información sobre algunos países que los espectadores, provincianos al fin, ni sabíamos que existían. Lamentablemente, algunos de estos canales (como Telesur o Russia Today) están siendo retirados de las grillas de televisión por cable, justo en el momento en que desde el gobierno nos convocan a “integrarnos al mundo”.
          Ahora bien: en los canales argentinos de aire el mundo solo aparece cuando algún acontecimiento de gran interés político, social o deportivo así lo amerita. Y sobre todo cuando se trata de una noticia marcadamente “espectacular”. En abril de 2016, por ejemplo, los espectadores argentinos vieron como sus pantallas informaban en vivo y en directo, durante varios días, acerca de los acontecimientos políticos que llevaron a la destitución de la presidente de Brasil, Dilma Rousseff. Esto sucedió de pronto, sin previo aviso, sin posibilidad siquiera de que los conductores de los programas periodísticos se pusieran a estudiar un poco acerca de la situación política brasilera. El hecho es que, durante unos pocos días, se comentó brevemente que el “impeachment” era algo posible, pero nadie entendía bien qué era eso. Luego, de repente, varios canales se lanzaron a transmitir en directo la sesión larguísima de diputados en la que se tramitó la destitución de la presidente Rousseff. Estoy seguro de que la mayoría de nuestros espectadores no conoce la dinámica política de Brasil, sus costumbres parlamentarias y la denominación, orientación política y tradición de los distintos partidos y agrupaciones. Y, sobre todo, se desconoce la complejidad de la coyuntura política en el país vecino. Sin embargo, la televisión nos mostró una larga sucesión de discursos (cada discurso duraba un minuto), que invariablemente terminaban con un “voto sí” o un “voto no”. Es decir, el proceso de destitución de una presidente elegida democráticamente se mostró como una especie de torneo, como un espectáculo deportivo. Y bien: el suspenso se mantuvo hasta el final y la votación terminó con el triunfo del “sí”. Dilma fue destituida, y el tema desapareció de las pantallas para siempre.
            Otras veces, los gerentes de noticias toman la decisión de “capturar la transmisión” de un canal de otro país para seguir algún caso de alto impacto. Así es como, de tanto en tanto, la programación de los canales se interrumpe para que podamos ver “en vivo y en directo” cómo la policía de Iowa (o cualquier otro sitio) persigue a un loco que pretende escapar a contramano por una autopista repleta de autos. A veces, incluso, todos los canales de aire y de noticias se pliegan a esta transmisión, configurando una curiosa “cadena nacional” privada. Ignoro cuáles son los motivos que llevan a los gerentes de programación a tomar estas decisiones, pero intuyo que tienen que ver con una ecuación favorable de “costo-beneficio”.
        Donde sí hay una apertura al mundo es en los canales de deportes, que se han venido expandiendo notablemente en los últimos años. Son canales que ofrecen una plataforma integrada que llega a gran parte del sub-continente. En ellos podemos ver fútbol y otros deportes de varios países, comentados y relatados por periodistas y relatores latinoamericanos. El “mundo del deporte” es el único que de verdad se está “internacionalizando” en la televisión latinoamericana (que además ofrece a sus espectadores las ligas y campeonatos de Europa). 
       Así está la cosa: para nuestra televisión, el mundo no aparece más que marginalmente en las noticias políticas, económicas, sociales o culturales. Una revolución, una guerra, una huelga general, un cambio político relevante, un descubrimiento sólo van a conseguir menciones breves, que a veces no permiten ni siquiera que lleguemos a entender el sentido de la noticia. Y, por lo contrario, la presencia del “deporte mundial” se agiganta, en un fenómeno de “globalización” coronado por sus grandes acontecimientos ecuménicos: el Campeonato Mundial de Futbol, los Juegos Olímpicos, la Copa América, la Champeon League, la NBA y algunos otros. Ésa es, básicamente, la representación del mundo que ofrece la televisión actual.       
Sin embargo, de vez en cuando, la TV “nos lleva de viaje”. En otros tiempos fueron historia los documentales geográficos, como el notable “La aventura del hombre” (producido por Carlos Fernando Ries Centeno) que, desde 1981 y durante veinte temporadas ofreció una inteligente mirada sobre la diversidad geográfica y cultural de la República Argentina y América del Sur. O también “Historias de la Argentina Secreta” (producido por Roberto Vacca y Otelo Borroni), emitido a partir de 1975. En los dos casos se trató de producciones llevadas a cabo por equipos profesionales de documentalistas y asesores, y emitidas en horario central.
Otro ejemplo, modesto pero significativo, fue el del “micro” televisivo “El país que no miramos”, producido por el actor Iván Grondona, que llegó a estar quince años en el aire. El programa duraba unos pocos minutos, y en cada emisión la voz de Grondona resumía algún aspecto llamativo de un pueblo o localidad del interior de la República Argentina, y la cámara lo mostraba. Para producir los micros, Grondona viajaba por el país por su cuenta (a veces con el apoyo de las Secretarías de Turismo locales), acompañado por un camarógrafo. Al llegar a cada sitio, ubicaba los puntos más significativos y el camarógrafo realizaba una serie de tomas. Por la noche, antes de dormirse, escribía en el hotel los textos que se iban a usar en cada micro. De regreso a Buenos Aires, editaba los micros y se preparaba para un nuevo viaje. Es difícil imaginar una producción televisiva más sencilla. Y sin embargo, El país que no miramos tuvo una enorme repercusión y una audiencia incalculable. En total se emitieron 1.170 micros.
En la actualidad, ya no existen los documentales de este tipo en nuestra televisión. Lo más parecido (salvando las distancias) puede ser el programa “Desde el camino”, conducido por Mario Markic (TN), que saca una cámara a recorrer rutas y pueblos lejanos del país. Aquí, no hay investigación de ninguna índole y el espectador acompaña en todo momento el punto de vista del conductor, que va recorriendo las rutas y se asombra de algunos lugares y personajes “pintorescos” que encuentra.  Es decir, recorremos el país desde la mirada de un porteño que se sube al auto y sale de recorrida.
Y están también los programas estructurados como “catálogos” de agencias de viajes (y que evidentemente lo son). Justo cuando el mundo desaparece de los noticieros, aparecen programas promocionados por cadenas de hoteles, restaurantes, líneas aéreas y agencias. Programas en los que “viajamos”. Los conductores son conocidos modelos o señoras de alta sociedad, y en todos los casos personas viajadas”. Ellos nos guían por distintos variados destinos turísticos (habitualmente ciudades europeas o países “exóticos”) y nos recomiendan los mejores hoteles, restaurantes y visitas a realizar. En horarios marginales (cuando los espacios televisivos son más baratos), con producciones bastante elementales, estos programas nos permiten hacer honor al viejo sueño de los inventores de la televisión: podemos “mirar desde lejos”.

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