Así es como se genera una serie
de lugares comunes, que luego se usarán hasta el hartazgo para poder cobijar,
bajo un mismo “título”, a ciertos “fragmentos de realidad”. Por ejemplo: bajo
el título “inseguridad”, la televisión agrupa un determinado tipo de hechos
delictivos: robos, asesinatos, secuestros, violaciones. Pero, al mismo tiempo,
el título deja afuera a otros hechos: estafas, femicidios o asesinatos intrafamiliares.
Digamos, de paso, que en la República Argentina los índices más altos de
muertes violentas corresponden a los accidentes de tránsito, pero, sin embargo,
para los tituladores de la TV eso no es “inseguridad”.
Este título general incluye otros
lugares comunes: “los delincuentes entran
por una puerta y salen por la otra”, “los delincuentes libres y nosotros tras las
rejas de las casas”, “la gente está
cansada de tanta inseguridad y nadie hace nada” y demás. Es decir, una
serie de generalidades que son de hecho incomprobables.
Claro que también la tele pone
los títulos de la política, que se alternan o se entrelazan con los de la vida
cotidiana. Así fue como a lo largo del tiempo se instaló el título poético de
“la grieta”, bajo el cual se inscribían todas las divisiones existentes entre
argentinos, que además se le atribuían al gobierno kirchnerista. Y después vino
la famosa “ruta del dinero K”, que
comenzó a instalarse desde que se conocieron las primeras investigaciones sobre
supuestos hechos de corrupción. La “ruta del dinero”, nunca definida del todo,
sería el recorrido del dinero mal habido de los funcionarios corruptos, que
pasa en algún momento por financieras de Puerto Madero, va y vuelve a Río
Gallegos, anda por estancias patagónicas o en la tumba de Néstor Kirchner,
antes de perderse en las oscuridades del poder. Cualquier dato o noticia que de
algún modo pudiera ser relacionado con esto (allanamientos, citaciones
judiciales, declaraciones periodísticas, rumores, imágenes de una pala mecánica
buscando dinero en la estepa patagónica, etc.) fueron a caer, durante largo
tiempo, bajo este gran título genérico.
Con el cambio de gobierno, al
asumir Mauricio Macri como presidente, cuestiones tan diversas como despido de
trabajadores, aumento de tarifas y precios, quita de subsidios o devaluación de
la moneda fueron a caer bajo la categoría genérica de “sinceramiento” (otro
título poético).
No hace falta aclarar que estas operaciones de
anclaje (titulado) de la realidad constituyen en sí una poderosa operación
política. Pero, al margen de eso, la estructura organizativa misma de la
producción televisiva también contribuye a la existencia de los anclajes de
sentido. Es decir: estas simplificaciones son, hasta cierto punto, inevitables.
Y lo son porque la televisión es una fábrica de imagen y sonido que transmite sin
parar y con los costos más bajos posibles. Y ese sistema de producción la
arrastra necesariamente a que conductores, productores, noteros, cronistas,
columnistas y demás trabajadores de la TV “en vivo” se vean obligados a llenar
horas y horas de programación, a “estirar” lo que se está diciendo y lo que se
está mostrando. En ese marco, lo habitual es que se vean a obligados a
improvisar, inventar o “estirar” los materiales que presentan, y por lo tanto
es comprensible que apelen a este vocabulario abreviado hecho de títulos y
lugares comunes.
No es la primera vez en la
historia que esto sucede: también los payadores recurrían a fórmulas genéricas y
a rimas predeterminadas para salir de algún lance difícil en la improvisación.
Y, mucho más atrás en el tiempo, en la antigua Grecia un tal Homero pudo crear
y divulgar la Ilíada y la Odisea, aunque no existía la escritura, apelando (además
de su inventiva y buena memoria), a algo que se llamó el “vocabulario formular”
(que consistía en fórmulas fijas que se aplicaban siempre iguales ante
situaciones similares).
Por eso nuestra TV está saturada
de “tipificaciones”. Hay personajes típicos, como los “empresarios”, los “mediáticos”,
los “constitucionalistas” y tantos
otros. Si se habla de un violador probablemente se lo trate de “chacal”. Una persecución policial es
siempre “cinematográfica”. Un
embotellamiento de tránsito es presentado como “caos en la ciudad”. Y así todo el tiempo.