jueves, 12 de julio de 2018

La televisión no es lo que es (1)


“¿Qué es ese aparato?”  


     

Yo tengo, usted tiene,
todos tenemos un televisor,
allí gritan, se acogotan
 y se matan todos los cowboys
      Indios flacos sin jabón,
negros fieros que atacan a traición
y muy pocas veces, alguna vez
los hombres blancos malos pueden ser.”
(Piero)

Las cosas obvias son las que no pueden o no deben ser explicadas. Son lo que son. Se supone que siempre han estado ahí, y que todo el mundo sabe qué son, para qué sirven, cómo se usan. Nadie se pregunta “¿qué es esto?”. Cada sociedad, cada época, cada cultura, construye su propio catálogo de obviedades. Y de la misma manera que, para los primitivos de la aldea, las palmeras y el mar son algo obvio, para los "nativos audiovisuales" del Siglo XX lo obvio es la televisión. La tele "es lo que es", siempre ha estado ahí, y no hay más nada que agregar. nada que decir.
Cuando yo era chico, en mi casa no había televisor. En ninguna casa de mi cuadra había televisor, y me parece que tampoco en ninguna casa del barrio. Pero una vez llegó. La fuimos a buscar con mi papá, acompañados por un grupo de vecinos, en un auto prestado. El primer intento fracasó, porque el aparato era tan grande que no pasaba por la puerta del auto. Tuvimos que buscar un auto más grande y así fue (aunque en ese momento todavía no lo sabíamos) que empezaba para nosotros una vida diferente.
Al llegar a casa, mientras los hombres maniobraban con cuidado para llevar la tele hasta el lugar que le había sido asignado, las vecinas se acercaron con curiosidad. Una preguntó:
—Pero…, ¿qué es ese aparato?
En unos pocos meses, ya todos en el barrio sabían qué era un televisor. Y también sabían cómo orientar la antena con un palo cuando el viento la movía, cómo manipular los botoncitos cuando la imagen se “desenganchaba”, cómo apagarla rápido cuando bajaba la tensión. Lo demás era fácil, porque había pocos canales que transmitían unas pocas horas. Y para cuando la grilla empezó a crecer, llegaron las revistas (“Canal TV” o “TV Guía”), y ahí buscábamos los programas. 
En esa época, los chicos de la cuadra veíamos “dibujitos” juntos, todas las tardes. Y veíamos esas series del far west en las que un malvado ataba a una chica a la cinta de un aserradero, con la intención de serrucharla por la mitad. Pero claro que al día siguiente llegaban los buenos y la rescataban justo a tiempo. A la hora de la merienda, la “abuela” del capitán Piluso llamaba con voz dulce y firme: “¡Piluso, la leche!”. Y desde ese momento empezamos a permitir que la tele nos organizara la vida, porque también nosotros tomábamos la leche en ese momento, "juntos con Piluso y Coquito" .    
Una noche a la semana, también, los adultos se juntaban en casa a ver esa mítica serie de “terror” llamada “El fantasma de la ópera”, con Narciso Ibáñez Menta. Las mujeres preparaban torta o sándwiches, para servir con “alguna cosita fuerte” de tomar a la hora del programa. Y a mí me mandaban a dormir, porque "no era para chicos". Así que las únicas imágenes que recuerdo son las de la presentación: una figura inquietante que recorría la soledad del teatro y preguntaba, con voz grave: “¿no queda nadie en los camarines?”. Lo demás me lo tenía que imaginar con lo que escuchaba, desde mi cuarto, hasta quedarme dormido.
 Hoy, décadas después, recuerdo de manera vívida aquellos primeros programas. Y algo recuerdo también de las miles y miles de horas que, después, me pasé sentado frente a un televisor. Con el tiempo, dejé de ser un “espectador común” para convertirme en un pretendido “experto” en lenguajes audiovisuales, semiótica y cuestiones de ese tipo. Y sin embargo, hoy, no me resultaría tan sencillo contestar aquella pregunta de los tiempos fundacionales: “¿qué es ese aparato?”.  
Puede decirse, claro, que la televisión es un objeto común, utilizado a diario por gente común, en situaciones cotidianas (aunque, por otro lado, las interpretaciones académicas sobre el medio se han ido diversificando y haciendo cada vez más complejas). Para el hombre común “la tele” es un entretenimiento, una compañía, una distracción, un medio para informarse. Los teóricos de la comunicación, por su parte, entienden la TV como un medio masivo para enviar mensajes, un modo de estar socialmente en contacto, un sitio virtual para vernos y reconocernos, un núcleo productor de sentido a gran escala, un integrador de la heterogeneidad social, un gran narrador de historias, un mecanismo de control, un espacio en el que se despliega la cultura lúdica popular que creíamos perdida, un simulacro de contacto personal, una manera de acercar el universo entero hasta el living de nuestra casa. Y también, para extender un poco más la lista: un somnífero, un despertador, un estimulante, un termómetro, un reloj, un periódico, un profesor de gimnasia, un agitador político, un teatro, una radio, un púlpito, una vecina que habla pavadas. Y hasta un espacio educativo, ¿por qué no?
Hoy en día (cambios tecnológicos y culturales mediante), todo este asunto empieza a tener sentidos muy diferentes para las jóvenes generaciones de “televidentes” que despliegan novedosas “maneras de ver” que a veces nos cuesta comprender. El otro día, por ejemplo, mi hija adolescente trajo a casa su última adquisición: un pequeño objeto plano que acunaba con ternura entre sus manos. Mientras lo observaba fijamente, ella se reía, hablaba sola y, de a ratos, hasta bailaba un poco.
—¿Qué estás haciendo? —le pregunté.
—Estoy mirando tele.
—¿Cómo que “mirando tele”?
—Y sí, papá: “tele”. En la tablet, por internet, mientras chateo con mis amigas y me bajo una app para hacerme un videíto. Ahora cuando termine el programa voy a jugar un rato y navegar en las redes para buscar una información que me pidieron en el colegio…
—Pero, decime, nena —pregunté sin doble intención—: ¿qué es ese aparato?



2 comentarios:

  1. Que claridad!!! recuerdo el televisor y también las horas que me permitían verlo...en vacaciones de invierno en la hora de la siesta veía un ciclo de películas recuerdo ..el caballo de troya..eran en blanco y negro paso mucho tiempo hasta que llegara el color...domingos circulares...con Pipo Mancera..Infantiles..El lagarto Juancho.. Los supersonicos...huy se me pianta un lagrimón

    ResponderEliminar
  2. En la hipeemodernidad hay un predominio de la imágen. Cuántas pantallas hay por persona, hoy, contando TV, tablets, pantallas de celulares. La comunicación gráfica, de imagen ha adquirido una gran importancia. Y, lo que se muestra no es cuestionado. Te muestran una imagen, te dicen esto: es esto. Y no es en general cuestionada la fuente. Me viene a la cabeza la imagen de "la Rosadita", gente contando dinero mientras decían "esto es tal cosa", y nadie lo puso en duda.

    ResponderEliminar