viernes, 7 de septiembre de 2018

La televisión no es lo que es (8)




8.- 
¡Alerta!

            La televisión es, también, un energizante. A intervalos regulares, ella nos pone en alerta. Sin aviso previo, acompañados por estridentes melodías, aparecen en la pantalla dramáticos carteles que advierten: “urgente”, “alerta”, “último momento”, “esto sucede ahora”, y cosas por el estilo. Esto, en los canales de aire y de noticias, sucede a lo largo de toda la jornada. No hay una lógica que permita interpretar cuáles son las noticias que merecen entrar en estos segmentos y cuáles no: el “alerta” puede deberse a un robo, un choque de autos, la separación de dos figuras del mundo del espectáculo. Puede ser, en realidad, una noticia cualquiera. Incluso un rumor sin confirmar.
¿Cuál es, entonces, la urgencia? ¿Por qué un canal de televisión se toma el trabajo de advertirnos, en tiempo real, acerca de algún acontecimiento al que deberíamos prestar especial atención? No parece haber otro motivo que la necesidad comunicacional de mantener dispuesto al espectador, de no perderlo. Se trata de eso que Román Jakobson llamó la “función fática” del lenguaje: esa manera que tenemos las personas, cuando nos comunicamos, de “chequear” si la comunicación está “funcionando” correctamente. De mantener abierto el “canal”, sostener el contacto y prolongarlo (eternamente, si fuera posible).
La televisión, en ese sentido, no es visual ni sonora: es más bien “táctil”. Parece que no tiene nada demasiado importante para decirnos (por lo menos no durante las veinticuatro horas de los trescientos sesenta y cinco días del año). Si la televisión emitiera su programación sólo el tiempo necesario para transmitir las noticias importantes y brindar una cantidad razonable de entretenimiento y diversión a los espectadores, bastaría con unas pocas horas al día. Como fue en los comienzos. La televisión es “táctil” porque se centra en el contacto y se conforma con él. Le alcanza con representar la situación de comunicación en términos de “vos estás todavía ahí y nosotros estamos siempre acá para vos”. La comunicación no es lo que creíamos. El mayor flujo comunicacional circula, hoy en día, vacío de contenidos. Del mismo modo que millones de personas nos enviamos a diario mensajes de textos en los que “no nos decimos nada”, no intercambiamos información, y nos conformamos con verificar que el otro está ahí en ese momento. Que está “en contacto”.
Hay un programa del canal de cable TN (“Todo Noticias”) que ejemplifica muy bien esta cuestión. El programa se llama “Prende y apaga” y ha perdurado increíblemente en distintos horarios, formatos y modalidades (también como un segmento dentro de otros programas). Lo que el programa hace es esto: en algún momento de la noche y algún lugar del país, una cámara de exteriores nos muestra, a la distancia, edificios de viviendas, oficinas, parques y otros sitios. La mayoría de las veces usan para esta producción cámaras de seguridad y ni siquiera envían un equipo técnico al lugar. La cuestión es que el conductor del programa “juega” a tratar de descubrir quién está despierto en ese sitio, quién está mirando el programa, y quién está atento y disponible. Y pregunta: “¿Estás ahí? Si estás ahí prendé la luz”. Si en alguna ventana esto sucede se celebra, con risas, aplausos y felicitaciones, el milagro de la comunicación humana. En eso, básicamente, consiste el programa. 
Los vibrantes mensajes de alerta en grandes letras y colores saturados son algo parecido. Una especie de palmada en la espalda, un gesto que pide atención, una dosis recetada del mismo energizante que muchos canales aplican desde temprano, cada mañana, cuando los conductores nos avisan (con tono de excitación) que llegó la hora de levantarnos. De enfrentar un nuevo día con ganas y optimismo. (“¡Arriba, argentinos!”, se llamaba uno de estos programas). 

 En otras épocas, los expertos creyeron ver en el dispositivo de la televisión una especie de droga muy potente, de carácter hipnótico. A esta altura de la historia, cuesta tomarse en serio estas visiones apocalípticas sobre el medio. Pero si alguien cree, todavía que la televisión nos “inyecta” un mensaje contra el que no nos podemos defender, aceptemos al menos que esta droga no es “hipnótica” sino más bien “energizante”. Una droga de esas que aumentan la presión arterial, la frecuencia cardíaca y la respiración. Y no de las que nos duermen en dulces ensueños.


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