Justicia
en vivo y en directo
La TV ha inventado un nuevo género o
modo de representación, que podríamos llamar el “simulacro judicial”. En
esta nueva modalidad, los crímenes no son investigados y resueltos por jueces,
sino por la misma televisión, a la luz pública, según las prerrogativas del
sentido común y en tiempo record. Y no se trata solamente de un género o
formato de programa: es en realidad una lógica que puede aparecer en distintos
momentos de la grilla televisiva.
Hace unos años, el periodista Santo Biasatti (Canal 13) conducía un segmento del noticiero en el que se lo
mostraba recorriendo distintos barrios, en busca de quejas y demandas de los
vecinos. En cada emisión, ocupando el rol de “fiscal del pueblo”, Biasatti hablaba a cámara y hacía reclamos a
las autoridades correspondientes. Y, muchas veces, esas autoridades se
presentaban luego en el canal para explicar cómo habían solucionado el problema
en cuestión. Es decir: un periodista de televisión se ubica en el lugar de
representante de las demandas de la población y, además, los reclamos se
“tramitan” directamente por vía televisiva.
Ya es algo habitual que los casos policiales más
notorios permanezcan ocupando las pantallas durante meses, con la participación
de abogados, forenses, jueces, ex jueces, fiscales, ex fiscales, testigos,
familiares de las víctimas, peritos y expertos de toda clase. La televisión, en
todos los casos, se ofrece como el escenario y la institución capaz de resolver
rápidamente los crímenes. En varios de estos programas, además de proponerse
una resolución simple y rápida, se aprovecha de paso para criticar al Poder
Judicial por su lentitud. Y a la Policía porque “los delincuentes entran por
una puerta y salen por la otra”.
Entre las nuevas atribuciones “judiciales” que los
canales de televisión se arrogan (no es necesario aclararlo) están los procesos
a dirigentes políticos, que muchas veces comienzan en la tele y de ahí pasan después
a tribunales. Está claro que, en estos casos, se trata de maniobras directamente políticas, y entonces el
desarrollo de los “casos” puede demorarse, dilatarse, o acelerarse de pronto,
en sintonía con los tiempos políticos.
En todas sus
variantes, la “justicia televisiva” tiene una característica común: se imparte
siempre con la misma
celeridad, desconocimiento y torpeza con que lo haría un “ciudadano medio” sin ningún
conocimiento de derecho. La justicia
televisiva es la “traducción” al lenguaje de la vida cotidiana de los
principios del derecho, y ofrece una resolución de los conflictos judiciales a
la mano de cualquier vecino. Esa es la retórica que se pone en juego en estos
discursos televisivos, ya sea que se presenten como documentales de
investigación, informes especiales, intervenciones de periodistas
especializados en temas policiales o panelistas de cualquier tipo y color.
Pero en la TV, ya lo sabemos, realidad y ficción se entremezclan
permanentemente, dando lugar a una curiosa galería de personajes. Por ejemplo:
los “abogados mediáticos”, que a veces son los defensores de alguien (en
Tribunales), y otras veces simplemente panelistas invitados para dar su opinión
“profesional” sobre los casos judiciales del momento. Estos personajes suelen
integrarse al medio y terminan protagonizando, también ellos, romances
mediáticos y escándalos televisivos. Los “abogados mediáticos”, hay que
decirlo, navegan a media agua entre el mundo del derecho y el del espectáculo, entre
la realidad y la ficción. En ese sentido, quiero traer a la memoria un programa inclasificable, conducido por el
Dr. Mauricio
D´Alessandro en el año 2002. El programa se llamaba “La corte”, y parecía una parodia
de los “programas serios” de casos judiciales, aunque también admitía otras
lecturas por parte de los espectadores, que bien podían tomarse el programa en
serio. Después de todo, tampoco los “programas serios” presentan argumentaciones
lógicas ni fundamentaciones profundas sobre los temas que abordan. Digamos que
más bien se caracterizan por la generación de “escándalos”, eso que tan bien le
sale a la televisión.
En La corte se ponía en escena un simulacro
de “juicio oral” (a la manera de las películas
o series americanas sobre juicios), donde se iban ventilando distintas situaciones
conflictivas, tomadas de la vida cotidiana. En general, se trataba de
conflictos internos de una pareja o familia, o de conflictos entre
vecinos. En el final, la resolución del
caso llegaba de la mano de una “sentencia” dictada por el “juez-conductor”
D´Alessandro. Con el tiempo (como pasa casi siempre con la tele) el programa
empezó a mostrar situaciones cada vez más absurdas y grotescas. Resumo a
continuación la síntesis de los que se trató en un programa, para los que nunca
lo han visto:
Se presenta el
caso de un hombre que, reconociendo que era muy feo, acusa a su propia madre por
eso. El joven, llamado “Javier”, manifiesta en un momento de su exposición que en su casa no había
espejos porque “terminaba rompiéndolos”.
La secuencia del
“juicio” continua más o menos así:
Declara la madre y dice que el hijo
fue despedido de su trabajo por ser feo.
Declara como testigo una tal “Alejandra”, quien culpa a
Javier de haber asustado a sus hijos.
El “juez” expresa
que el caso comienza a "complicarse", poniendo en duda la salud
mental de los presentes.
Declara “Juan”, un segundo testigo, y dice que como ex jefe
de Javier lo acusa de tener trastornos
psicológicos y además de ser "feo". El juez ordena que se siente.
Javier
aclara que antes ha tenido otros trabajos y que su madre lo ayuda económicamente.
Y que él, a pesar del tratamiento con psicólogos,
sigue considerándose “feo”. El juez le aconseja cortarse el pelo y le
pregunta si su madre le leía el cuento de "Patito feo".
Javier
le pide a su madre que le devuelva el dinero que pagó a su psicólogo.
El juez dicta “sentencia”:
Javier es “condenado” a buscar trabajo, su fealdad no es excusa para no
trabajar.
Podría mencionar otras situaciones
tan disparatadas como ésta en los “juicios” de La corte, pero para muestra basta un botón. De hecho, cada tanto
aparece algún intento de remedar esa particular manera de representar “la
justicia en acción”, poniendo en escena simulacros más o menos verosímiles, y
dando por sentado siempre que la televisión lo hace mejor y más rápido que el
sistema judicial.
El Dr. Mauricio D´Alessandro, por su parte, se
alejó un tiempo de la televisión porque fue electo Diputado de la Provincia de
Buenos Aires. Luego regresó como panelista en temas judiciales o de cualquier
otro tipo.
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